sábado, 3 de marzo de 2012

Revolución en la educación.

            Sir Ker Robinson vuelve a hacerme reflexionar, junto con una sonrisa,  sobre nuestro sistema educativo.
            Su exposición me produce interés y, escuchándole, me quedo ensimismada, quizá porque prepara su monólogo con tanta pasión que llega a transmitirme y a acercarme a su crítica constructiva.
            La educación es un tema muy complejo que siempre va a estar en el punto de mira. Es muy difícil agradar a todos…
          El futuro estará siempre condicionado por la educación, por ello, genera normalmente, tantos conflictos entre bandos.
            Todos tenemos en el fondo un talento natural o una inteligencia especial, que, en muy pocas ocasiones, florece; a veces porque no la llegamos a descubrir y en otras, por falta de un empujón.
            Nuestro sistema educativo es dirigido, lineal, impuesto y para mí, además, obsoleto y anacrónico en ocasiones. Esto hace que, las cosas que tengan que estudiarse porque sí, no motiven. Pienso que, este es el motivo de la pérdida en el camino de muchos potenciales; cuando algo se sale de la horquilla de lo normal, ya nos convertimos en los fracasados, raritos o frikis.
            Imaginaros que un alumno excelente, con 300 sobresalientes llega a su padre y le dice que no quiere ir a la Universidad, sino que quiere ser cocinero ¿qué cara se le quedaría? O id más allá y pensad que vuestro hijo de 300 sobresalientes, os dice que le encantaría ser mecánico y que no quiere ir a la Universidad, sino que prefiere hacer un módulo ¿le apoyarías?
            Los adultos seguimos pensando que un buen futuro es ser director de alguna multinacional, cobrando 3000€ al mes y con un Mercedes en tu garaje. Así que si nosotros seguimos con esta filosofía, vamos a privar a muchos jóvenes de sus talentos. Con esto, no quiero decir que tengan que elegir al “tuntún”, ni que ahora la juventud se convierta en una anarquía, sino que es probable que la revolución hacia la educación tengamos que hacerlo primero los adultos en nuestras perspectivas de educación y futuro.
            El caso mencionado anteriormente está muy bien, siempre y cuando, ese director se levante con ilusión, alegría, ganas de superación, motivado para superar retos… Pero si carece de todos estos aspectos, esos sobresalientes se convierten en una obligación, originando en su vida aburrimiento, desencanto e infelicidad.
Unas cualificaciones fantásticas no significan ejercer de la misma forma, y esto puede palparse en la educación. Cuantos ingenieros, docentes o médicos habremos perdido en todos estos años porque su nota de selectivad no les alcanzó para entrar en la facultad. Donde se ha comprobado que un joven que suspenda filosofía no pueda ser un crack en telecomunicaciones; por qué un estudiante de nota media notable, tiene menos vocación y va a ser peor profesor que los 200 estudiantes con matrículas.
            Este tipo de pruebas “ere”, los recortes económicos en educación, la calidad de idiomas, las peleas entre partidos políticos por reunir votos en lugar de pensar en ir en una misma línea más resolutiva para el futuro, exámenes de los años 80 que no producen aprendizajes significativos y, que algunos maestros estén en la docencia no de manera vocacional, sino como plaza chollo, hace que la educación esté aún obsoleta. ¿Y somos capaces aún de preguntarnos por qué hay tanto fracaso escolar?
            Está claro que no tengo la respuesta a esta pregunta, ojalá fuese así, pero sí pienso que todas las reformas han sido meros parches o lavadas de cara a la educación, y que ninguna ha funcionado por tanto, el propio fondo que tenemos de educación es el que está dando malos resultados, por eso debemos revolucionarlo necesariamente, revolucionándonos en primer lugar nosotros los mayores.

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